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La obra de Julio Enrique Blanco, en su conjunto, constituye un cuerpo teórico que, por primera vez en el país, se puede considerar el legado de una vida dedicada a la filosofía en el sentido más auténtico e integral, porque reúne todas las condiciones para constituirse en el filósofo paradigmático, no solo para el Caribe, sino también para Colombia: fue un hombre universal en pleno siglo XX. La actitud filosófica y autonomía de Blanco no se parecen en nada a la ataraxia o a la actitud olímpica ante su sociedad. Su proyecto era la elaboración de un sistema de pensamiento, una filosofía original que significara un aporte independiente, más allá de la simple exégesis que aún hoy sigue siendo el horizonte de gran número de filósofos académicos colombianos, que se limitan a exponer la obra de pensadores que han adquirido prestigio en Europa o Norteamérica.